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Catorce

  • Foto del escritor: ©2020 | Héctor Vásquez
    ©2020 | Héctor Vásquez
  • 14 feb 2016
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 15 mar 2020


Catorce días después de enero

muchos traen al presente el afecto que sienten

ostentando con símbolos su cariño verdadero,

dicen muchas prosas bellas y también mienten.

Hacen prevalecer entrambos su ternura

manifestando así que son felices,

que en su corazón no hay amargura

y que en sus actos ambos son cómplices.

…; Pero, al conferir cuentas a la realidad

verás que aquél día es solo falsía;

pues, el amor auténtico dura una eternidad

y no solamente un mísero día.

¿Acaso Cupido nació y vivió en un solo día?,

¿acaso el cariño verdadero es pasajero

como el viento de primavera y su melodía,

como el canto de un ave aventurero?

Amar así no es delito;

pero, si es cometer un pecado;

pues, te robas su corazón poco a poquito

y no serás por el hombre juzgado.

El afecto verdadero nunca fenece,

no nace y muere en un solo día;

tal vez no nazca en febrero; pero, permanece,

se mantiene vivo aunque alrededor no haya alegría.

Estoy en mi taller de amores,

es algo semejante al de Neruda;

donde deslizaba su pluma, sus dolores;

y yo, escribo versos en una noche muda.

Afilo el lápiz después de varias primaveras

para retratar con palabras al romanticismo

que nos brinda su aliento sin borde, sin frontera,

para darle vida a este confuso misticismo.

… Y como Neruda, le hablo de lo lejos

a ese sentimiento que mi voz no toca;

donde la oscuridad se esquiva de los reflejos

para que mis labios no se junten a su boca.

Estoy atrapado en sus redes como Bécquer

y dentro de barrotes de la celda fría están presos

sus latidos, sus sentimientos… mis versos

para que la soledad y la desesperación me puedan querer.

Quizá nadie comprenda el camino que trazo

y cuando pase el tiempo sabré que no fue vano,

será como las obras del gran Picasso;

nadie las comprenderá fácilmente, con desgano.

… Y la fuerza de este amor es de indios,

su fortaleza tiene cimientos de imperio,

su voz es como el nombre de Dios

que dan esperanzas y está sonando siempre como el río.

Que no daría para abandonar los recuerdos,

para que no dejen huellas los sentimientos pasados;

así, como las olas borran el rastro de sus orillas

y nadie pueda ver si alguien mojó ahí sus mejillas.

Quisiera partir el baúl de la esperanza,

dejar que brote su infinita esencia;

y así, al abrirlo otra vez no ver su presencia

que me llenan de alegría... que me saturan de tristeza.

Eran los días domingos para verla,

era su belleza como una perla,

tan preciada, tan escasa, tan sublime

y con solo verla sentía a mis latidos consumirme.

Y los tiempos pasados no vuelven,

permanecen ahí como el viento

girando a nuestro alrededor dando aliento;

están ahí y nos conmueven.

Héctor Vásquez


 
 
 

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