Gayola
- ©2020 | Héctor Vásquez
- 15 mar 2020
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 16 mar 2020
Estas dentro de los miríficos recuerdos
y haces que mis días no sean solitarios
como en la gayola del olvido;
puedo sentir tus silentes latidos.
Puedo vislumbrar aquél pasado
cuando la flama de tus ojos me alumbraban
saturadas de sublimes sentimientos;
aquél recuerdo me letifica hoy, en el presente.
A veces, en noches de selva,
bajo la borrasca profunda
tengo menester de tus brazos
para no enervarme ante la soledad y el frío.
A veces me flagelan los recuerdos tristes
como cuando me abraza el infortunio
y la cuita se apodera de mi voluntad
y actúo sin mínima razón, sin lastre.
El recuerdo de tu ingente amor
coactan a mi voluntad para huir de esta quimera prisión
que inventan los poetas en sus rimas, en sus versos
como un sandio pretexto para explicar el muro de la distancia.
Necesito ahora de tus manos para llegar a la cumbre,
quizá exagero; pero, tu fragancia hace naufragar lo malo
y me brinda dita para no caer ante la letanía,
ante la tentación de las cosas vanas.
Tu recuerdo es hierático,
como el amor de una madre,
como el amor de la deidad al hombre;
no dura un instante, es sempiterno.
Estas dentro de los miríficos recuerdos
aunque la pared de la distancia nos separe;
por ello, te remito mis reflejos, un espejo,
una luna para vernos y no sentirnos ultrajados.
Estas dentro de mis recuerdos buenos
y puedo escuchar a tus silentes latidos,
haces que mis días no sean solitarios
como en la gayola del olvido.
Héctor Vásquez
Comentarios